top of page

De tal palo tal astilla: ¡crea hijos triunfadores!

A tus hijos transmíteles sólo valor, sin miedo alguno. No trates de evitarles las crisis, mejor ayúdales a entenderlas para que aprendan y crezcan con ellas.





Los niños son como una esponja y aprenden todo mucho más rápido y a un nivel mucho más profundo que los adultos; lo absorben absolutamente todo, aun lo que tú crees que no les parece importante. Todo esto se debe a que ellos viven en un estado de consciencia conocido como Alfa, con un ciclaje cerebral de entre siete y catorce ciclos por segundo, en el que predomina la actividad el hemisferio cerebral derecho, relacionado con la creatividad, imaginación, intuición, amor, Dios, etcétera. En comparación, en los adultos predomina el nivel Beta, entre quince y veintiuno ciclos por segundo, dominando el hemisferio izquierdo, el de la razón analítica.


Ellos tienen mayor capacidad de imaginar e intuir o percibir profundamente. Lo que más les sirve para evolucionar y madurar muy rápido es tener a su alrededor ejemplos de conciencia íntegros y coherentes, pues detectan las incongruencias muy fácilmente y su mundo pierde solidez y firmeza. Para ellos ¡el ejemplo no convence, sino que arrastra!


Es nuestra responsabilidad elevar su nivel de conciencia y no educarlo s a golpes o con castigos, sino haciéndoles preguntas que les ayude a observar con detenimiento su mal comportamiento y el porqué de éste; así podrán aprender a través de la auto-observación, a saber pedir las cosas y no llamar la atención de una forma inadecuada. Y si me patea, no lo voy a agarrar a patadas, pues sería ponerme a su nivel de conciencia, en lugar de ayudarle a elevar el suyo, para así comprender y aprender el por qué y para qué de sus actos.

Tengo que decir muchas menos veces la palabra “no” y aumentar mucho más el “cómo sí se puede”, pues sólo así le ayudaré a formar una mente clara y positiva. Desde luego dentro de un marco de límites precisos.


¡El amor verdadero es la base para educar!

En el caso de los hijos, las palabras tienen un peso gigante: o los aplastan o los elevan. No distinguen si lo que digo es en serio o no, toman todo al pie de la letra; por lo tanto, jamás puedo ponerles calificativos negativos como: eres un inútil, desordenado, flojo, desinteresado, etcétera, pues lo único que estaría haciendo es programando y decretando en ellos estos defectos; haciendo que los hagan propios y los reafirmen en lugar de eliminarlos.


Es fundamental el no crearles miedos o inseguridades. Si le grito: “te vas a caer”, lo más probable es que mi hijo obedezca inconscientemente y se caiga; y si encima le digo: “ya ves, te lo dije”, estaré matando toda la seguridad en él. Siempre busco que su autoestima crezca y que en lugar de re–accionar, primero reflexione y luego accione. No busco darle de comer, sino enseñarle a pescar. No le contagio mis miedos, basados en mis límites, sino que busco que el venza siempre los suyos.


¿Qué tanto le contagio mis miedos a mis hijos o qué tanto le ayudo a eliminar los suyos?

¿Qué tan claros y firmes pongo los límites?

¿Qué tanto aumento su inseguridad por mis enojos y calificativos negativos?


Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?...


M E D I T A C I O N E S P A R A R E N Ä S E R

Accede a las meditaciones en el siguiente link:






38 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page