Muchas personas luchan con desesperación, en una forma ciega y violenta, por acumular bienes materiales. Muchas veces no les importa los medios, sólo el fin de poseer una mayor cantidad de objetos o de dinero que se traduzcan en mayor poder o en una mejor situación.
Estas personas viven tratando de reunir cuantos bienes les sea posible, como un niño que lucha ansiosamente por conseguir más y más estampas para su colección. Para él, esas estampas lo representan, porque en su visión infantil podrá ser “más y mejor” ante sus amigos si llega a tener más y mejores estampas que ellos en su álbum.
Las personas que actúan como este niño, ya siendo adultas viven en un estado de tensión y de angustia difícilmente soportable para cualquiera, ya que de manera inconsciente sienten que el reloj está en su contra y que tienen que darse prisa para obtener más y más cosas y lograr así ser más y mejor; lo que genera a su paso violencia, avaricia, odio y rencor. En repetidas ocasiones estas personas lesionan todo lo que tienen enfrente, incluso su propia identidad, sus valores y su ser mismo.
Esto sucede porque hemos sido educados con la creencia de que la realidad es todo aquello que se puede ver, oír y tocar, y creemos que las personas valen más como individuos entre más cosas tengan que se puedan ver y tocar.
Pero, ¿por qué la educación en Occidente se enfoca tanto en el “tener” y en lo material?
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