¿Hacia dónde te diriges con tu actividad diaria?
Es fundamental saber hacia dónde deseamos dirigirnos y qué queremos lograr.
Imagina que vas manejando por una carretera escuchando tu música muy a gusto y, de repente te encuentras con una “Y” que dice “a la izquierda Acapulco” y “a la derecha Zihuatanejo”... cuando ibas realmente a Veracruz. Entonces, ¿qué es lo primero que haces? Frenas, te detienes, volteas a ver la “Y” y te das cuenta que estás perdido. Entonces, tomas una decisión: ir hacia Acapulco, hacia Zihuatanejo, regresarte hacia Veracruz, o alguna otra.
Mientras no tengas la “Y” que te haga detenerte a pensar, no te darás cuenta que tal vez estás perdido, o que llevas muchas horas o días, incluso muchos meses y años perdido.
Normalmente vas en una línea recta hasta que “te caen veintes”; tienes una especie de insight en donde la Luz de Dios te ilumina y ves con mucha más claridad que otras veces. Y cuando se te revela información adecuada para tu crecimiento en la conciencia, automáticamente puedes hacer un cambio que genere muchísimos avances en tu vida... hasta quizá transformarla por completo. Por desgracia, la mayoría de las personas permiten que el viento las lleve a la deriva, creyendo que deben vivir de acuerdo con las circunstancias y con lo establecido. Pocos son los que, no obstante las tormentas, huracanes, sufrimientos y peligro, aprietan la marcha y se lanzan sin volver la vista atrás, guiados por su objetivo final. A ellos se les admira y respeta; son los que en lugar de someterse a las circunstancias hacen que éstas se sometan a ellos. Es gente que sabe lo que quiere, lucha por lo que desea y lo consigue.
No importa quiénes o cómo hayamos sido hasta ahora, sino quiénes y cómo queremos ser en adelante. Esto depende cien por ciento de nosotros. Tenemos la capacidad de guiar nuestra embarcación como un navegante que se pone al timón de un velero. Somos arquitectos de nuestro propio destino.
¿Un piloto sin plan de vuelo?
Hagamos una comparación: la relación que hay entre un piloto aviador que despega sin haberse fijado de antemano un destino preciso, y otro que al despegar tiene ya un objetivo predeterminado. Al no tener un destino final, el primer piloto irá a la deriva, sujeto a las eventualidades que puedan presentarse. Volará igual que el segundo, pero ignorará si debe seguir una línea recta o cambiar de rumbo, desconocerá los sitios donde puede cargar combustible, no sabrá qué tipo de vientos o climas encontrará. Finalmente, le será imposible prever si el aterrizaje se llevará a cabo en condiciones desastrosas o de forma normal. Mientras tanto, el piloto que sabe a dónde va, planeará el uso del combustible para que le alcance y le sobre, elegirá una ruta con vientos moderados y convenientes, y preverá sitios de emergencia por si hicieran falta durante el trayecto. Además, le será posible determinar puntos de verificación en los que controlará los tiempos estimados de vuelo, de manera tal que, en caso necesario, pueda hacer correcciones a tiempo con consecuencias mínimas.
Es posible que el piloto sin destino preestablecido aterrice sin mayores percances después de un viaje lleno de sobresaltos, aunque también es bastante probable que pueda sufrir un grave accidente o causar una catástrofe de gran magnitud. No así el piloto que tenía un objetivo predeterminado. Seguramente tuvo un viaje más seguro y placentero, con un mayor dominio de los acontecimientos. En otras palabras, el que conocía su destino, que tenía un plan preestablecido, eligió y dominó sus acontecimientos; su trayectoria resultó congruente con su plan de vuelo y objetivos; mientras el otro, que no se había fijado un destino final, no pudo planear y quedó sujeto al dominio y control de las situaciones imprevistas que se presentaron.
Quizá nos parezca absurdo pensar que un piloto pueda despegar sin tener un destino preestablecido... pues mucho más absurdo es que el hombre vaya a la deriva por la vida, sin planear su destino.
Tener un plan de vida, revisarlo todos los días y ponerle una calificación es como el plan de vuelo de un aviador, en el cual hay puntos de referencia que hay que cruzar en el aire, cuidando que se cumplan los tiempos definidos para encontrar esos puntos, y observando claramente si va siguiendo su rumbo o no.
En la vida puedes tener tu plan de vuelo con puntos de chequeo en donde te vas a dar cuenta de si te estás desviando, y se va a prender un foco de alerta que te va decir ¡cuidado, no estás rindiendo lo que tienes que rendir, aplícate! Y te va a permitir ser una mejor persona y evaluar diariamente si estás llevando tu ser a donde quieres ir o no.
¿Emprendes el viaje de la vida con tu destino claramente preestablecido?
¿Tienes un plan de vuelo? O mejor dicho, ¿un plan de vida?
¿Lo que haces todos los días te está llevando hacia tu objetivo?
¿Cada cuándo verificas si te estás desviando?
Piensa antes de actuar
Cuando se quema un bosque, antes de ponerse a trabajar para sofocar el incendio, los bomberos tienen que observar el fuego y sus circunstancias para trazar el plan de acción que generalmente no consiste en tratar de apagar las llamas de los árboles, lo que parecería lógico, sino en talar una franja de árboles de los que aún no se queman y dejar que el fuego consuma los árboles ya encendidos. De esta forma, al llegar a la tala quemada, el incendio no podrá continuar y prácticamente se apagará al no encontrar más árboles que encender.
Resulta paradójico sacrificar árboles sanos que aún no arden, talándolos antes de que los alcance el fuego con el objetivo de sofocar el incendio. Esto significa que sólo valiéndose de la inteligencia y la razón los bomberos logran dominar el siniestro, ya que el instinto nos lleva a ejecutar una acción con demasiada prisa y nos impide razonar. Si los bomberos se enfocaran en la tarea de apagar el fuego árbol por árbol sin darse el tiempo para analizar y planear sus acciones, se pasarían la mayor parte del tiempo sofocando el fuego en zonas aisladas, pero nunca conseguirían acabar con un incendio forestal, pues mientras se apaga un árbol se incendian dos o tres más.
Alguien que no supiera nada del asunto tacharía de criminal al jefe de bomberos si viera que en lugar de trasladarse a la zona de desastre y empezar a apagar el fuego de los árboles, se dedica a sobrevolar el área en helicóptero, la analiza y estudia, para luego dar instrucciones de talar árboles no tocados por llamas. Sin embargo, es gracias a este tiempo que se toma para analizar y pensar en la situación cómo logra acabar con el incendio de manera rápida y eficaz.
Muchas veces sucede esto en nuestras vidas. Estamos tan ocupados apagando el fuego de cada árbol, que no nos da tiempo de planear lo que debemos hacer para obtener lo que queremos en la forma más fácil y rápida. En lugar de apagar los incendios en unas horas, se nos va la vida sofocando el fuego en cada uno de los árboles; lo grave es que en ocasiones no logramos acabar con el incendio, sino que es este el que acaba con nosotros.
Tómate tu tiempo
Por lo regular la gente se toma el tiempo necesario para planear los objetivos de una empresa, del trabajo y de sus pasatiempos, pero paradójicamente en raras ocasiones dedica un tiempo a planear los objetivos de su propia vida, a definir quién y cómo quiere ser. Esta es la causa principal de que el viento los lleve a la deriva, sin dirección alguna.
Resulta fundamental que este no sea tu caso. Para evitarlo es importante:
1. Saber lo que queremos.
2. Un plan para lograrlo con puntos de verificación y planes de contingencia.
3. Ejecutar con precisión dicho plan
Esto te hará trazar tu camino y te permitirá aprovechar el viento para que te lleve a donde quieres ir, evitando que gires como una veleta sin rumbo. Por lo tanto, antes que nada, será necesario que definas con claridad tus prioridades.
Este plan podría modificar tu vida. Para lograrlo tienes que darle mucha importancia, ya que el principal obstáculo con el que nos encontraremos al pretender elaborarlo es la falta de tiempo para pensar, meditar y analizar. Parece que tenemos tiempo para todo, menos para nosotros mismos. Aparta unas horas para ti, puedes estar seguro de que el tiempo que te tomes para fijar tus objetivos será el mejor tiempo jamás invertido. Te felicitarás de haberlo hecho cuando veas los cambios y beneficios que traerá consigo la elaboración de tu plan de vida.
Aléjate de todo y enfócate
Te recomiendo que de ser posible salgas de viaje solo, solo contigo mismo. Es preciso que viajes solo, ya que pocas veces en la vida tenemos la oportunidad de estar aislados y dedicarnos a pensar en nosotros mismos. Sería recomendable explicar a tu familia o a tus seres cercanos por qué quieres ir solo; es fundamental que entiendan que para ti este viaje es decisivo, que muy probablemente traerá cambios y consecuencias de suma importancia en tu vida y en la de ellos. Hazles ver la importancia que tiene para ti el fijar tus objetivos y trazarte un plan de vida. Por supuesto, el hecho de irte no quiere decir que no tomarás en cuenta a los tuyos en tu proyecto, pues al planear tus objetivos estarás tomando decisiones que te afectarán tanto a ti como a los que te rodean. Sin embargo, es primordial que decidas por ti mismo los objetivos sin influencia de nadie, y que una vez definidos te reúnas con ellos. Es entonces cuando puedes escuchar su opinión al respecto.
Elige para ello un sitio tranquilo y sin distracciones, lejos del ruido y del bullicio, así como de tus preocupaciones. Busca de preferencia un lugar lleno de bellezas naturales. Lo ideal es un sitio así, pues de lo contrario puedes pasar un momento difícil intentando que tu mente no se distraiga y quiera dedicarse a la diversión.
Si por alguna razón no puedes salir de viaje solo, te recomiendo procurarte momentos de soledad largos y completos; por ejemplo, salir de tu casa temprano e irte a un lugar aislado, donde nadie te interrumpa, de preferencia incluso donde nadie te conozca. Aíslate por completo todo el día, esto te hará alcanzar un estado más profundo de análisis y sensibilidad. Toma los días necesarios sin escatimar el tiempo en lo absoluto. Pero, insisto, lo óptimo es salir de viaje y mudar hasta de atmósfera para que el cambio sea completo y nada te limite. De este modo podrás olvidar por completo tus problemas cotidianos para dedicarte de lleno a planear tu futuro a corto, mediano y largo plazo. Se puede conseguir el tiempo, créeme, vale la pena. Reflexionar y anotar tus respuestas te permitirá llevar bases sólidas para trabajar a fondo tu planeación. De hecho, has estado adelantando parte de ella desde ahora. Juzga cuáles deseas anticipar y cuáles dejar para tu planeación, cuando estés lejos de casa y solo.
Empieza respondiendo estas preguntas:
¿Soy como una veleta o uso el viento para llegar a donde quiero ir? ¿Sé a dónde voy y a dónde quiero ir? ¿Sé por qué o para qué vivo? ¿Cómo es cada uno de mis días? ¿Yo domino las circunstancias o ellas me dominan?
¿Qué quiero ser? ¿Cómo quiero ser?
Haz tu plan y aterriza tus acciones
Define el qué, cómo, cuándo y dónde de cada acción que vas a emprender para formar el hábito que te va a llevar a la virtud; al definirlo vas a poder medir con claridad si estás cumpliendo con el objetivo o no. Este plan de vida lo puedes pegar en la pared o en algún lugar que veas todos los días, o revisarlo en tu computadora; y podrás hacer una cuenta rápida de cuántas fueron las tareas cumplidas en contra de las no llevadas a cabo; lo divides para sacar promedio y esa es tu calificación, tan sencillo como esto.
Así es que te invito a plasmar este ejercicio en un papel o en una tabla de Excel e ir poniendo tu calificación todos los días.
Conoce mucho más a fondo la metodología para el plan de vida en mi libro Ser Hacer y Tener. A partir de esto podrás iniciar un plan de lo que deseas ser, a través del hacer y el tener.
Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?...
M E D I T A C I O N E S P A R A R E N Ä S E R
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