Repasar las escenas que nos han dejado una huella
emocional negativa nos ayuda a liberarnos de ellas
Cuántas veces crees que ya resolviste un conflicto emocional a través del diálogo
con una persona que te lastimó o de un proceso interior de perdón, consideras
que ya estás sano emocionalmente, y sin embargo al pasar por el mismo lugar
del conflicto, escuchar una melodía o simplemente percibir cierto olor, automáticamente
te pones a llorar sin darte cuenta por qué; y minutos después te
encuentras con la misma emoción de dolor profundo, de la herida que pensabas
que ya había quedado total y completamente sanada.
Efectivamente, el proceso racional del perdón interno, así como el poder aceptar
las pérdidas, cura de cierta manera el dolor que llevamos dentro; sin embargo no
necesariamente sana por completo la herida emocional. Es hasta que nos damos
el tiempo de recapitular, repasando y reviviendo emocionalmente a detalle lo
acontecido repetidas veces, que podemos sanar por completo nuestra herida.
Mi gran y tan controvertido maestro Carlos Castaneda enseñaba a sus alumnos
a recapitular a través de escribir y reescribir nuevamente lo vivido hasta terminar
con la descarga emocional, así como Taisha Abelar, una de sus discípulas, que
recapituló por años y escribió varios libros al respecto.
Es fundamental que te des el tiempo para recapitular, recordando y escribiendo
varias veces lo vivido, repasándolo mental y emocionalmente, hasta que esa
emoción quede curada realmente al cien por ciento, porque las emociones
que no han sido totalmente curadas crean cicatrices energéticas conocidas en
Oriente como klipots, que disminuyen considerablemente tu flujo de energía,
obstruyendo tu canal central; y es sólo cuando logras liberar y sanarlas que la
energía retorna con mucha mayor intensidad, brillo y felicidad.
Asegúrate de limpiar emocionalmente tu ser por completo; para lograrlo tienes
que reflexionar y encontrar el por qué y el para qué te sucedió eso, ya que
estamos en esta corta vida para aprender y superarnos, y llegar a la eternidad
ya graduados en la sabiduría de la vida.
Cuando algo te resuene o produzca algún tipo de malestar, regresa a la palabra
que te lo produjo y métete a fondo en el evento recordándolo y reviviéndolo
por escrito; identifica con mucha claridad y palabras concretas la emoción que
te produce y trabájalo a través del perdón -puedes utilizar el ejercicio que te
propuse en el capítulo XXX- o de las herramientas de sanación que sean adecuadas
para ti. Reescríbelo varias veces hasta que te asegures que ya no aflora
ninguna emoción negativa al respecto, es decir que ya no tienes ninguna carga
emocional y el recuerdo quede emocionalmente neutralizado.
A partir de ahí ya no miras hacia atrás, sino siempre adelante, con la frente en
alto y de cara a la salud emocional.
¡Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?...
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